sábado, 12 de febrero de 2011

Gorrión sin Tiempo (Selección de Cuentos y Poemas)



ALAS

Horacio Gutiérrez tenía dieciocho años, era alto, delgado. Muy blanco de tez. Cabello negro. Ojos celestes, y tenía alas.

Tenía alas, pero no había aprendido a volar, no se había animado nunca.

-“¿Para qué tener semejantes alas sin saber usarlas? (se preguntaba).

Era muy incómodo tener que pasar de costado por puertas angostas, o tener que dormir boca abajo. Siempre se le hacía muy difícil convivir con ellas y no le encontraba ningún uso específico; a veces cuando hacía mucho calor las agitaba para ventilarse y refrescarse, pero tiraba muchas cosas al suelo.

Tenía que aprender a volar.

Un día se levantó decidido, y entonces probó agitándolas; comenzó lentamente y cada vez más rápido, cada vez más rápido; pero nada, sólo pudo levantar tierra, y hasta se lastimó la cara en uno de los movimientos.

Probó tomando carrera; moviendo las alas corrió, corrió y corrió; pero tampoco pasó nada; se resbaló y rodó por el suelo. Ahora también tenía lastimadas las rodillas y los codos.

Tenía que lograrlo y no se iba a rendir.

Pensó que desde una altura considerable tomaría envión y le sería más fácil remontar vuelo. Fue así que se dirigió hacia la terranza de su casa, se paró sobre la cornisa…

-“Tiene que resultar” (se dijo).

Extendío las alas lo más que pudo y se lanzó, al principio creyó mantenerse en el aire; pero no, tampoco dio resultado. Esta vez se había lastimado una de las alas al caer de espaldas, sangraba un poco, mas el dolor era soportable.

Tirado en el piso casi se da por vencido, cuando delante suyo observó un edificio de cristal y estructura de hierro; un edificio de veintiseis pisos. Si desde la terraza de su casa tomó algo de impulso (insuficiente por el viento); desde la terraza de un edificio como ese, el impulso sería mayor y no habría quien lo pudiese bajar de los aires.

Subió las escaleras (porque en el ascensor no entraba debido a las alas; y aparte, se sentía enjaulado), llegó muy cansado a la azotea, observó hacia abajo y le dió un poco de miedo, pero realmente valía la pena.

Suspiró; se lanzó; cayó, cayó y cayó, hasta que una corriente de aire lo tomó; entonces comenzó a lelevarse, batía sus alas y planeaba; al principio le dolían por el golpe que se había dado al caer de la terranza de su casa; pero no importaba, podía volar. Era un pájaro más en el cielo, lo que tanto había anhelado por años lo había logrado, sus alas ya le servían para elevarse del suelo. Podría viajar a todos lados y conocer muchos lugares con gente nueva, que le preguntarían quién era y desde donde venía, y así haría amigos.

Pero claro, ahora necesitaba saber cómo aterrizar.


(2° Premio Concurso Cuentos para Adolescentes, Editorial Cuenta Conmigo)

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